Cuando tienes una posición distinta a la mayoría en determinado aspecto, dependiendo de qué tan seguro estés, te puedes sentir orgulloso o temeroso de ir contra la corriente.

Si estás orgulloso, no será muy difícil afrontar críticas. Es más, querrás entrar al debate sabiendo que puedes defender bien tu posición.

Cuando no estás muy seguro y tienes miedo, usualmente al inicio del trayecto, te puede provocar gritar tu verdad para que no te molesten, o ponerte a pelear contra la corriente.

En cualquier caso, buscar enfrentarte a aquellos que piensan distinto que tú, difícilmente funcionará. Cuando atacan nuestras creencias no nos sentimos cómodos pues es como haber perdido todo tu tiempo y energía en algo que no servía. La corriente no va a cambiar solo porque tú o unos cuantos naden en contra.

En vez de pararte en la vereda del frente con carteles y gritos, podría funcionar mejor sentarte en la misma mesa que aquellos que piensan distinto, escucharlos, entenderlos y así aprender cuál es la mejor forma de hacer llegar tu mensaje. Con este aprendizaje ahora sí tendrá sentido que cuentes tus verdades, de a pocos y con mucha paciencia. Con esta postura es más probable que algunos se lleven algo de tus ideas y se genere el cambio. Tal vez entiendan que justamente ir contra la corriente es lo que vale la pena porque es la forma de llegar al sitio adecuado.

Si crees que has visto alguna luz que los demás no, no te puedes ir solo a buscarla y dejar a los demás en la sombra. No puedes abandonarlos. Después de todo, tú tampoco la veías ni querías verla, y ahora que has aprendido, es tu deber intentar enseñarle a los demás.

No sólo es la mejor forma de conseguir cambio, sino que es tu obligación.

No me abandones.


Sucríbete y recibe más contenido como este: