Alguien desconocido se acerca demasiado a ti, lo cual te asusta y provoca que muevas las manos para intentar alejarlo. Instinto.

Alguien desconocido te empieza a hablar con un tono de voz amigable, te dice un par de cosas interesantes y decides quedarte escuchando porque crees que algo bueno puede resultar. Intuición.

Confundidas muchas veces y subvaluadas otras, el instinto y la intuición son una parte de nuestra naturaleza de la que podemos sacar mucho provecho.

El instinto ocurre a un nivel más primitivo, justo por lo cual se preocupa por nuestra supervivencia inmediata. Es como el pensar de nuestro cuerpo, que hace que algunas partes se muevan o accionen ante algún estímulo externo, el cual llega por los sentidos.

La intuición ocurre a un nivel más complejo y se preocupa por efectos un poco más duraderos. A diferencia del instinto, no nacemos con él, sino que lo vamos construyendo a partir de la experiencia y algo de reflexión. La intuición vela porque tengamos una mejor vida, lo que no implica que siempre acierte.

La razón sería el tercer nivel, en donde, a diferencia de la intuición, se construye de forma más reflexiva y se tiene el soporte del lenguaje, el cual permite articular el conocimiento. Algo que sabemos solo por intuición puede ser muy cierto, pero no podemos explicarlo fácilmente. Razonar implicar verbalizar.

Es curioso que en una época en donde valoramos tanto la razón, es más bien el instinto y algunas veces la intuición las que conducen nuestras vidas. El problema por supuesto no es usar instinto o emplear la intuición, sino simplemente no entenderlas.

Saber realmente de algo es muy distinto a conocerlo, pero es más fácil empezar por esto último. Ahora que ya sabes algo de ellas, intuyo que las cuidarás.


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