Decíamos antes que la sensación de que algo falta genera insatisfacción, pero para que “falte” eso tiene que existir algún punto de referencia. El problema es que la meta parece siempre moverse, y fijarla rígidamente puede ser complicado.

Pero hay salidas. La primera es concentrarse en el proceso, no en el resultado. Disfruto correr simplemente, no bajar mis tiempos. Me gusta aprender, no estudio por el título. Agradezco la capacidad de resolver problemas, aún cuando no podré con todos.

El proceso es ahorita, el resultado es futuro. El proceso depende más de mí, no tanto el resultado. Saber que lo “tienes” puede ser fuente suficiente de felicidad.

La otra salida es entender que no existen metas. Dónde estás es adonde tenías que llegar y sin importar qué camino seguiste o cuánto avanzaste, ya estás. No es lo que falta, sino lo que ya has avanzado. Esto no quiere decir que no haya nada más interesante adelante, pero nadie sabe cuánto tiempo le queda, así que apreciar el pasado puede ser también fuente suficiente de bienestar.

A la mayor parte de personas, al menos hoy en día, realmente no nos falta nada. Bueno, sólo nos falta emplear lo que no nos es indispensable para que los demás tengan su cuota de “tengo”.

“Ya tengo” es el camino. Falta vs Tengo: 1-1.


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