Todos tenemos un repertorio de estupideces. Las mías van desde emocionarme viendo un partido de fútbol hasta tomar más alcohol de la cuenta, entre muchas. No tengo argumentos racionales ni sobrenaturales para argumentar estas actitudes, pero tengo la suerte de reconocer algunas.

Tener algunas estupideces es de humanos, siendo que de “tener” a “ser” hay un tramo largo, felizmente.

Reconocer nuestras estupideces es imprescindible para encapsularlas y evitar el contagio a tus demás órganos o a los demás seres.

Una buena definición de estupidez que hace poco encontré es concebirla como aquella actitud por la cual alguien genera daño (a los demás o a uno mismo) sin obtener un beneficio real a cambio. Según esto es estúpido, por ejemplo, insultar a alguien por la calle sin motivo alguno. Y no sería estúpido robar una vez, porque aunque condenable, sí implica un posible beneficio tangible.

Pero yo creo que para la estupidez no tiene que ver con daño ni con beneficio.

La próxima vez que dudes, como a mí me ha pasado cuando pasaba mucho tiempo viendo televisión, puede ayudar preguntarse: “¿es esto lo mejor que puedo hacer con mi tiempo?” Cuando la respuesta es no, podrías estar ante algo estúpido, pero lo realmente estúpido es no hacerse ni siquiera la pregunta. Por esto Séneca no podía tener más razón cuando decía que la excusa más vergonzosa (yo agrego “estúpida”) que puede tener un hombre es decir: “no lo pensé”.


Suscríbete y recibe más contenido como este: