Aquí tres formas de verlos para tomar decisiones: costo relativo, costo/beneficio y costo de oportunidad.

Cuando comparas el costo de algo con el costo de otra cosa adicional que permite sacarle provecho a lo primero, estás pensando en el costo relativo: si ya estás embarcado en el crédito para pagar la maestría, el costo relativo de los libros es casi despreciable, con lo cual los comprarás sin pensarlo mucho.

Cuando comparas el costo de algo con el beneficio esperado, estás pensando en base al costo/beneficio: si crees que lo que te va a costar una maestría es poco comparado con el sueldo que ganarás en las nuevas oportunidades profesiones que consigues a partir de esto, entonces seguramente la llevarás, pues el beneficio es mucho mayor al costo.

Cuando comparas el costo de algo no solo con el costo de las demás alternativas, sino con el costo de dejar pasar otras oportunidades al de emplear todos tus recursos en ese algo, estamos en el campo del costo de oportunidad: el dinero que vas a pagar por la maestría podría servir para hacer inversiones financieras o poner un negocio que tal vez rindan mucho más. Aquí ya no es tan evidente la decisión correcta.

Existen situaciones que no requieren análisis a los 3 niveles:

  • ¿Tendría sentido gastar US$ 150 en una funda de un celular que vale US$ 1,000, existiendo fundas de US$ 20 que brindan la misma protección? (Costo relativo)
  • ¿Tendría sentido, económicamente hablando, trabajar 48h semanales en un lugar cuando puedes trabajar 24h en otro, por el mismo sueldo? (Costo/beneficio)

En general, una buena regla es someter estas decisiones a las 3 capas, en este orden: costo relativo, costo/beneficio y costo de oportunidad. Seguramente resolverás muchas en la primera capa, algunas más en la segunda y solo una que otra requerirá de la tercera.

Ah, y no olvides que los costos no se miden solo en dinero, sino también (o sobre todo) en energía (tiempo x potencia).


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