En los territorios fronterizos a Ucrania, un grupo de personas se juntó para poder ayudar a los ciudadanos refugiados ya sea con transporte, comida, alojamiento, llamadas gratuitas o hasta con abrazos reconfortantes. 

Alrededor de 660.000 personas han escapado de Ucrania a las naciones vecinas en los últimos seis días, según un reporte de ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados. Hasta la fecha, se conoce que todos los paises han mantenido abiertas sus fronteras. 

El principal país de destinto fue Polonia, aunque miles de personas también cruzaron las fronteras hacia Hungría, Moldavia, Rumania y Eslovaquia.

ACNUR afirmó que un gran grupo de población tambien decidió huir al país atacante: Rusia. 

La Organización de las Naciones Unidas insistió a los gobiernos a continuar permitiendo la entrada a su territorio para todos los que escapan, “tanto a ucranianos como nacionales de terceros países que vivían en Ucrania y que ahora se ven obligados a escapar de la violencia”.

Algunas agencias de la ONU lanzaron un denominado grupo para obtener de manera urgente fondos de emergencia para brindar apoyo humanitario tanto a desplazados en Ucrania como a refugiados en territorios limítrofes.

La ONU cree que aproximadamente 12 millones de ciudadanos ucranianos que hayan permanecido en el país necesitarán ayuda, protección y asistencia en los países vecinos en los próximos meses.

“Esta es la hora más oscura para el pueblo de Ucrania. Necesitamos aumentar nuestra respuesta ahora para proteger la vida y la dignidad de los ucranianos comunes. Debemos responder con compasión y solidaridad”, señaló el jefe de operaciones humanitarias de la ONU, Martin Griffiths.

Polacos ofrecen sus casas como albergue

Anna Poliakova, una artista de circo que llegó a Rzeszów con su hija Milenna de 5 años desde Kiev, no tienen a donde ir.

Ella comunicó a la BBC que fue difícil su salida de Ucrania, debido a que tuvo que dejar a su hijo de 19 años quien tenía que luchar por su país. 

“Le dije adiós a un país al que estoy orgullosa de pertenecer”, dice con los ojos llenos de lágrimas, aún exhausta y traumatizada por el viaje.

Al llegar fue recibida por diversos voluntarios pero una mujer se le acercó y le dijo que le ofrecía su casa como albergue. Esto tomó de sorpresa a Anna. 

Pero Poliakova no es la única refugiada en esa casa, que le pertenece a Joanna Zieba, una madre con tres niños que no ha dudado en abrir sus puertas a quienes se vieron obligados a huir a causa de la guerra.

“No soy un ángel. Soy una perona normal. Ellos son nuestros amigos, y quien sea que necesite ayuda la tendrá”.

Por otro lado, en la ciudad de Przemyśl, una escuela fue convertida en un centro de ayuda, ahí diversos voluntarios preparan comida, juntan ropa y organizan camas para que los refugiados se puedan alojar.

“La pregunta de por qué (hago lo que estoy haciendo) para nosotros no existe”, le explica Piotr Szalyga a la BBC.

Él agrega que ofrece ayuda porque es lo que necesita hacer en este momento, además que quiere hacer todo lo que esté en sus manos para que los ucranianos se sientan tranquilos y seguros. 

“Estoy aquí porque eso es lo que necesito hacer. Solo quiero ayudarlos. Necesito saber qué necesitan y hacer todo lo posible para que se sientan tranquilos y seguros”, dice este hombre, con una visión muy pragmática.

“No tuvimos tiempo para pensarlo demasiado. Fue como una respuesta refleja”, dice Malgorzata Ziober directora de escuela que ahora trabaja como voluntaria. 

“Cuando no tienes nada que hacer empiezas a pensar mucho. Lo más difícil es ver a los niños pequeños y a las personas mayores frágiles… Es un momento muy emotivo para todos aquí. Y la mejor terapia para lidiar con lo que está pasando es hacer algo”, añade.


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