Estás apurado cuando sabes que vas tarde, es decir, que la probabilidad de llegar después de la hora es alta, y por lo tanto tratas desesperadamente de revertir la situación acelerando todo lo que puedes, incluso a un ritmo que no manejas bien o que no puedes mantener. Además de todo el estrés de saberte tarde, está la imposibilidad de visualizar bien el camino y por lo tanto cometer errores evidentes en otras circunstancias.

Lo cierto es que puedes ir rápido sin estar apurado, simplemente porque sabes que esa es la velocidad correcta para cumplir tu plan. Por supuesto que para ello hay que prepararse, pues no te haces rápido sin el debido entrenamiento. Yendo rápido podrías ganar carreras, pero cuando vas apurado es porque ya estás perdiendo y solo podrás revertir con un súper esfuerzo que implica grandes riesgos, como una lesión o un choque.

Por supuesto que también existen los momentos en los que no se necesita ir rápido: aquellos que merecen ser disfrutados contemplando, escuchando o pensando.

Seguramente vas apurado una buena parte de tu vida: estás tarde para la siguiente reunión, se te vence la fecha de pago del alquiler, mañana debes matricular a tu hija en la escuela o en media hora te deja el avión. Por supuesto que estas situaciones pueden ocurrir, pero con seguridad pasarían mucho menos si planificas con más holgura y si además de eso igual vas rápido.

Creo que lo mejor es ir rápido cuando realmente se requiera y estés bien preparado, o con calma cuando sea ese el mejor ritmo para la situación que tienes al frente, pues como dicen, la vida no es una carrera de velocidad sino una maratón.

No es ir a tu ritmo, sino al ritmo adecuado, pero siempre mejor rápido que apurado.


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