A la mayoría nos es más fácil pensar en promedios, pero claramente se pierde mucho cuando simplificamos tanto. La estadística básica diría que al menos hay que leerlos con una métrica de dispersión (varianza por ejemplo), pero cuando se trata de pensar, algunas veces componer puede ser más natural, útil y completo.

Al formar un equipo deportivo o profesional, no buscamos que todos tengan las mismas habilidades, no solo porque no sería muy práctico, sino porque sería imposible encontrar dos personas iguales. Por eso tenemos delanteros, mediocampistas y defensas, o tenemos vendedores, administradores y operativos. De aquí que la personalidad de un organización es la composición de todas las personalidades de sus integrantes, y no la personalidad promedio de todas las personas que la componen, que no existe, ni la suma de personalidades, que sería algo extremadamente complejo.

Cuando mezclamos ingredientes con distintos sabores y texturas, obtenemos un plato que tiene justamente esa variedad, no un sabor promedio o textura promedio. Por eso existe el agridulce y un plato tiene algo de crocante pero no todo.

Correr en una ruta plana no es lo mismo que correr en una ruta ascendente. Intentar correr en segunda a la velocidad de la primera no requiere el esfuerzo promedio de las dos, sino algo parecido a la suma de ambos esfuerzos. Digo parecido porque componer tampoco es sumar.

Promediar implica simplificaciones bruscas, a tal punto que te puede llevar a concebir cosas irreales. Sumar puede ser ineficiente, porque puedes duplicar elementos que no necesitas. Componer implica juntar lo mejor y necesario de todos los elementos para constituir o entender el conjunto, que es lo que en realidad ocurre cuando lo experimentas. Componer, como en la música, es un arte, pero hasta que lo domines al menos puedes pensar en algunas cosas como compuestas y no solo como promedios o sumas.


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