Toda construcción necesita un piso y un techo.

Las personas ya venimos con nuestro propio piso y techo: nuestras habilidades son el piso, el carácter es el techo.

Por supuesto que necesitamos saber hacer cosas (habilidades), no importa cómo las hallamos aprendido, pero ponerlas en práctica y tener la humildad de seguir aprendiendo es lo que determina el real crecimiento (carácter). Consolidado esto, es que recién se tiene un techo sólido para seguir construyendo sobre él (otro piso), y empezar a ver cada vez desde más arriba y estar más seguro de las inundaciones (no tan arriba tampoco, pues existen los terremotos).

Algo parecido ocurre con las organizaciones. El piso son los fundamentos: que tenga un negocio estable, con rentabilidad razonable, con mercados más o menos sólidos, con clientes que paguen, con un producto/servicio competitivo. Pero hasta aquí son solo negocios. Se convierten en empresas cuando tienen rumbo, una cultura distintiva y saben que han sido creadas por algo mucho más que dinero: servir a sus clientes, colaboradores y sociedad.

Ambos, personas y organizaciones, también necesitamos puertas para que ingresen y salgan personas en nuestras vida, ventanas por donde ingrese la luz que ilumine nuestro día a día, pisos altos desde donde ver más allá, y paredes que cuiden lo que tenemos dentro, pero a diferencia de las construcciones físicas, las construcciones humanas empiezan por el piso y el techo, simultáneamente.

Una vez más, la solidez del piso y la altura del techo, están en tus manos. Nadie más va a construir este tipo de casa por ti.


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