El fenómeno del parpadeo me ha llamado la atención en dos ocasiones: una por la cantidad enorme de veces que puede ocurrir y otra porque podría casi no ocurrir.

Un adulto puede parpadear cada 2-10 segundos, lo que daría entre 28,000 y 5,000 parpadeos por día, durante 16 horas que estuviéramos despiertos, que comparados con las 11,000 – 17,000 veces que respiramos en el mismo lapso de tiempo, diría que somos seres que parpadean más que respiran.

Pero más me impresionó esto que leí en otro lado: al parecer el parpadeo es una costumbre cultural. Si uno busca evidencia científica sobre el parpadeo encontrará que es una función vital que busca, en términos simples, lubricar los ojos, limpiar impurezas y proteger la vista de algunas invasiones. El detalle es que terminamos haciéndolo mucho más que lo que biológicamente parece explicarse.

De hecho, un bebé parpadea de 1-2 veces por minuto, que dan de 900 a 1,920 por día de 16 horas. Ellos respiran más veces que un adulto, con lo cual respiran mucho más que lo que parpadean. Nuestra frecuencia respiratoria se va reduciendo con la edad, por razones biológicas, pero nuestra frecuencia de parpadeo va aumentando por razones culturales.

Y lo que ya me desencajó la quijada es que uno puede aprender a casi no parpadear (o desaprender a parpadear). De hecho, muchos maestros “yoguis” logran parpadear sólo por necesidades biológicas, pero cualquiera de nosotros puede reducir su parpadeo con un poco de esfuerzo y concentración.

Es increíble todo lo que nos puede provocar el entorno, pero más aún, cómo podemos recuperar el control, teniendo claro que existen límites biológicos.


Suscríbete y recibe más contenido como este: