Según una clasificación, existen dos tipos de optimismo: indeterminado y determinado. En el primer caso no tienes idea de por qué las cosas van a ir mejor, pero algo te hacer pensar así. En el segundo, sabes exactamente qué es lo que va a hacer que las cosas mejoren.

Para otra clasificación, existen dos tipos de optimismo: complaciente y condicional. El primero te hace decir ‘“ojalá ocurra eso”, mientras el segundo te obliga a actuar para que sea más probable que ocurra “eso”.

La primera forma de pensar el optimismo tiene que ver con saber. La segunda, con hacer. Claramente el optimismo que tiene sentido es el determinado y condicional. De modo similar debe funcionar el pesimismo, pero la pregunta es si lo necesitamos.

Yo creo que sí, pues no se trata sólo de descubrir nuevas fórmulas que generen bienestar y empezar a aplicarlas para que todo vaya mejor. Se trata también de aprender qué debemos dejar de hacer y justamente dejarlo de hacer para que ya no vaya peor.

Más de lo bueno, menos de lo malo. Igual de saber que de hacer. Tanto por saber y hacer …


Suscríbete y recibe más contenido como este: