En el griego antiguo existían dos términos para el nosotros. Uno de ellos denomina a un conjunto de personas con alguna forma de cercanía, tal cual en el español actual. Es el “nosotros” del “nosotros estamos aprendiendo a escribir”.
Pero existe otro término, intermedio entre el “yo” y el “nosotros” del español, que sugiere una relación muy cercana entre dos elementos, como pares, como dúo, mucho más fuerte que la del “nosotros” que se usaba para denominar un conjunto de tres a más. Este “nosotros dual” se refiere a nosotros dos ojos, o nosotros dos piernas o nosotros dos esposos.
El “nosotros dual” no aplica para todo par, sino para pares íntimamente relacionados, casi fundidos en uno. En vez del “uno más uno es igual a dos”, el término sugiere el “uno más uno es igual a otro uno conformado por dos”.
En el quechua también existen dos “nosotros”: “ñuqanchik” se refiere a nosotros que estamos aquí juntos (como excluyendo a los otros no tan cercanos), mientras que “ñuqayku” se refiere a un nosotros más amplio. En una conversación de tres personas uno usaría el “ñuqanchik” para referirse a los dos que somos del mismo barrio, mientras el “ñuqayku” para decir, incluyendo al tercer presente, que todos nosotros deberíamos votar por ese candidato.
De hecho se sabe que lo que conocemos como “imperio incaico” era en realidad una civilización confederada de pueblos a los que los incas buscaban integrar, pero manteniendo buena parte de su identidad. Es fácil entender entonces que el “ñuqanchik” era para referirse a “nosotros los incas” y el “ñuqayku” para darle algún grado de pertenencia a la gente de las comunidades que se incorporaban, expresando a la vez que “somos distintos pero también somos uno solo”.
“Nosotros”, entonces, no siempre tuvo un solo sentido, tal vez porque así lo quisimos. Bueno, podemos volver a tener un “nosotros” más íntimo, más cercano, más unido, así como cuando alguien escribe con esmero y otro lo lee con atención, es decir, como nosotros dos, tú y yo.
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