Normalmente decimos “no puedo” cuando en realidad es “no quiero”. Un “no puedo” en vez de un “no quiero” deja al otro con alguna ilusión, pues se irá pensando que es cuestión de tiempo, no de ganas, que es un problema muy distinto.

A veces decimos “sí” cuando en realidad es “no sé”. Un “sí” en vez de un “no sé” implica no haber analizado correctamente la situación y tal vez aceptar algo que luego terminará en un “no”. “Ya no quiero” (porque supuestamente quería) puede ser peor que “tal vez algún día”.

Y de vez en cuando decimos “sí” cuando en realidad es “no quiero”, o sí queríamos pero en realidad era “no puedo”. Un “sí” estando seguros que era un “no quiero” es mentirle al otro descaradamente.

Luego, decir algo distinto a lo que pienso, en estos casos, no es bueno para mí, ni para el resto.

Tomando en cuenta que serán muchas las oportunidades que se te presenten pero solo una fracción minúscula de ellas serán interesantes para ti, pareciera que el patrón más lógico de respuesta estaría compuesto por muchos “no” y unos pocos “sí”. O mejor aún, tal vez tu respuesta predeterminada a todo debería ser un “no” y solo cuando sientas un intenso “no sé”, tomarte el tiempo necesario para definir si ese debiera ser un “sí”.

Es cierto que es necesario algo de valentía para lanzar un “no”, pero si la conviertes en tu respuesta automática común será más fácil, y más bien puedes usar tu valentía para los “sí”.

El “no” automático incluyen el “no puedo” y el “no quiero”, así que puede funcionar bien la mayoría de las veces. El “no sé” me da el tiempo para pensar. El “sí” después del “no sé”, tiene menos probabilidades de fallar.

Muchos “no”, algunos “no sé” y uno que otro “sí”, no sé si son la fórmula mágica, pero al menos parece tener sentido.


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