Ahora estoy convencido de que la felicidad no puede ser subjetiva, en el sentido de que lo que genere felicidad dependa de cada uno. Ya no acepto el “si te hace feliz, está bien”.

Sin duda hay subjetividad de por medio: todos percibimos, concebimos, pensamos y sentimos de forma distinta, tanto ante los estímulos externos como a los internos. Pero tiene que existir el conjunto intersección que incluye todos aquellos elementos que todos podemos llegar a saber que generan felicidad. Este conjunto tiene que ser finito y concebible, pues es la única manera de que sea un bien universal.

Aristóteles decía que la felicidad consiste en una vida de virtud, más una moderada provisión de bienes materiales. Mortimer Adler agrega luego que estos bienes (materiales y no) son aquellos que uno debería tener. Paul Graham dice recientemente que uno debería preocuparse por lo que quiere querer, o lo que uno quiere querer querer (y así hasta donde sea posible).

De todo lo anterior se puede deducir que antes que preocuparte por conseguir aquellos bienes que te harán feliz, debes responder a la pregunta: ¿qué es lo que debería hacerme feliz? Porque si no empiezas por definir la valla correcta, te pasarás la vida tratando de saltar cada vez más alto, y te parecerás al hámster que se queda en una rueda corriendo con todas sus fuerzas pero no llegando a ningún lado, infeliz de por vida (si el pobre hubiera conocido el budismo…).

Como diría John Stuart Mill, mejor ser un hombre insatisfecho que ser un cerdo satisfecho [1]Me disculpo por usar despectivamente al hámster y al cerdo, por mis creencias veganas, pero creo que a veces hay que decir las cosas de la forma en la que la mayor parte de las personas las pueda … Continue reading.


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Notas

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1 Me disculpo por usar despectivamente al hámster y al cerdo, por mis creencias veganas, pero creo que a veces hay que decir las cosas de la forma en la que la mayor parte de las personas las pueda entender