Estos días venimos trabajando en DdO una campaña de comunicación denominada “un mundo menos plástico”, que busca generar conciencia respecto a la gestión de nuestros residuos a nivel mundial y así reducir el impacto en la salud de nuestro planeta.

Pero pensándolo más a fondo, el problema es de otro nivel. No es el plástico, ni los demás insumos. Tampoco es solo el aspecto material: el problema es de gestión.

Si nuestra vida fuera un proceso de producción, actualmente pareciera que lo único que importa es que ingrese al proceso todo lo que nos sea posible, la mayoría inútil, con tal de mantener la fábrica ocupada. Sino mira la cantidad de objetos e información inservibles que no solo permitimos, sino que buscamos que ingresen a nuestra vida. El resultado, no es sorpresa, es mucho desperdicio y tal vez una que otra cosa útil, siendo lo más probable que el ciclo se repita, para uno mismo y para todo el sistema:

En cambio, es sabido por cualquiera, que si escogemos mejor lo que ingresa a este proceso, a pesar de que siempre habrá algo inservible, es más probable que el output mejore también. Pero además (esto no tan entendido), si invertimos en mejorar el proceso es casi seguro que lo que salga de él mejore sustancialmente, reduciendo los desperdicios al mínimo. Ni decir lo que pasaría en los siguientes ciclos.

Lo interesante de todo esto es que lo que ingresa al proceso y el proceso mismo están bajo nuestro control, si nos vemos como los dueños de una fábrica independiente. Claro, también te puedes seguir viendo como un operario más de la gran fábrica del mundo, porque suele ser más fácil, pero ¿quién crees que será el único que realmente ganará algo con eso?

Para cambiar el mundo hacen falta muchas fábricas independientes con buenos gestores. La culpa nunca la tienen los materiales, ni los equipos, sino solo las personas.


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