No puedes controlar casi nada, pero sí puedes influir en casi todo lo que te rodea. No puedes controlar tu salud, pero sí dormir, comer y ejercitarte bien para influirla favorablemente. No puedes controlar los resultados de tu trabajo, pero sí que diste lo mejor de ti para hacerlo lo más profesional posible y sea muy probable tener éxito. No puedes controlar lo que opinen los demás de ti, pero sí comportarte con el mayor respeto y agradecimiento con las personas con las que interactúas, con lo cual sin duda lograrás una imagen positiva y que los demás se sientan mejor. No puedes controlar lo que pase con el mundo pero puedes intentar hacer mejor una pequeña parte de él y así generar una reacción en cadena que haga el todo mejor que sus partes.

Luego, no necesitas tener el control de nada, solo tener la capacidad de influir en lo que quieras, y seguro que la tienes.

Solo lo anterior debería ser incentivo suficiente para saber que la vida sí está en nuestras manos, pero aún hay más.

Existe algo sobre lo que sí tienes control: tu mente. En realidad no lo tienes, pero puedes tenerlo. Parece poco, pero es todo lo que necesitas para interpretar cualquier hecho exterior como tú decidas. Tu mente es el único lugar al que nadie puede entrar, si la proteges adecuadamente, y es en donde puedes hacer lo que creas conveniente, sin preocuparte por lo que esté pasando fuera.

No tienes control sobre casi nada, pero puedes influir en casi todo. Si tus intentos de influir en el mundo exterior no son suficientes, tienes tu mundo interior para que todo ocurra como quieres.

Influye en todo lo que te importe. Controla lo único que importa.


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