No hay duda que hoy vivimos en mucho mejor condiciones que antes. Tenemos más salud, más y mejores alimentos, mejores vestidos, mejores casas, más opciones. Siempre está el cuestionamiento de si esto implica ser más feliz, pero siendo objetivos, sino somos felices es porque no queremos, no porque nos falte algo.

Claro que me refiero a la mayoría, no a toda la humanidad. Lamentablemente todavía existen en el mundo algunas poblaciones que no han tenido la suerte de que les llegue el progreso y con ello gozar de las mismas oportunidades que tenemos los demás. Tremenda tarea pendiente.

Pero los que sí hemos tenido suerte somos como hijos de rico. Nuestros padres son las 100 billones de personas que han vivido antes y que producto del esfuerzo, aciertos y errores, han permitido que en conjunto la humanidad sepa y tenga todo lo que hoy tenemos a la mano, lo bueno y lo malo.

Como todo hijo de rico, podemos tomar dos posturas:

  • Disfrutar de las riquezas de nuestros padres sin importarnos qué viene después. No se sabe por cuánto tiempo puede durar pero no hay duda que se parece placentero.
  • Aprovechar las riquezas que heredemos de nuestros padres para construir más riqueza.

Siempre es tentador y más fácil el camino de las pasiones pero todos sabemos que el mejor suele ser el de la razón, aunque requiere más esfuerzo por supuesto.

Somos hijos de rico. Podemos trabajar para que todos los de hoy y mañana también lo sean, o podemos seguir creyendo que todo lo que importa es “yo” y “ahora”.

El detalle es que ser hijo de rico no se asegura seguir siendo rico. La riqueza real se construye, no se hereda, aunque que siempre es más fácil construir sobre bases sólidas.

¿Qué tipo de hijo de rico quieres ser? Porque ya somos sus hijos, pero uno decide lo que sigue.


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