Y yo también, pero podemos no serlo.

Si crees que no, prueba esto:

  • ¿Puedes quedarte con cinco camisas o blusas en vez de veinte?
  • ¿Puedes saltarte voluntariamente una de tus tres comidas durante una semana?
  • ¿Puedes simplemente dejar de revisar el Whatsapp por un fin de semana entero? Es más, ¿te atreverías a apagar tu teléfono esos días?
  • ¿Puedes evitar hacer una búsqueda en Google por una semana, cada vez que hay algo que quieres saber?
  • ¿Puedes dejar de revisar Instagram por unos días?
  • Si estás viendo la nueva temporada de tu serie favorita todas las noches, ¿puedes dejar el Netflix por una semana?

Ah, y si tienes hábitos buenos:

  • Si eres deportista, ¿puedes dejar de hacer ejercicio una semana entera sin estar lesionado?
  • Si te gusta la lectura, ¿puedes no leer ningún libro por toda la semana?
  • Si comes sano, ¿puedes comer hoy algo de chatarra?
  • Si hace ayuno intermitente, ¿puedes dejarlo por un par de días?

Más difícil aún:

  • ¿Puedes dejar de pensar al menos unos minutos?

Si no puedes con algunos de los anteriores (son solo unos pocos ejemplos), entonces eres un esclavo, no importa si son hábitos malos o buenos. Si tienes un amo, malo o bueno, igual eres un esclavo.

La esclavitud normalmente se entiende como estar al servicio de algo o alguien más, en contra de tu voluntad. Puede que creas que Google, Whatsapp, Instagram y Netflix están a tu servicio (es al revés) o que si los sirves es por voluntad propia, pero tal vez no has pensado que ello ocurre justamente porque no tienes fuerza de voluntad, tal cual esclavo rendido. O puede que creas que tus buenos hábitos están a tu servicio, pero solo lo están si eres tú quien tiene la capacidad de no seguirlos.

Lo curioso es que finalmente de quien realmente somos esclavos es de nosotros mismos. Nuestros sentimientos o pensamientos no controlados son los que nos dicen que hacer, pero no siempre actúan por cuenta propia, sino influenciados por el exterior.

Somos esclavos, pero no tenemos que serlo. El primer paso para liberarse es aceptarlo, y el segundo es rebelarte y cortas las cadenas, una por una.

Demuéstrate a ti mismo que tienes el control. Va a costar un poco, pero te aseguro que no existe mejor sensación que saberte tu propio dueño.


Suscríbete y recibe más contenido como este: