Todo a la mano al presionar un botón. Así de fácil. En realidad no con solo presionar un botón, pero efectivamente con muy poco esfuerzo, hoy en día podemos mover dinero, pedir comida o comprar un objeto con uno que otro click.

Se siente bien que todo sea tan sencillo y sin duda se han generado grandes beneficios para la sociedad en términos de ahorro de tiempos y mejora de productos/servicios a partir de la especialización y economías de escala.

La otra parte interesante es la capacidad que ha tenido el ser humano para desarrollar todas estas cosas. No me refiero solo a la tecnología, que usualmente es lo más visible, sino a todos los sistemas y procesos que provocan que efectivamente casi todo esté a unos cuantos click.

El término que suele resumir hacia dónde apunta casi todo lo que buscamos últimamente servidos y servidores (¿quién será quién?) es conveniencia. Las personas buscamos más comodidad, ahorro de tiempo y mejor calidad, y las empresas cada vez son mejores atendiendo estos pedidos. Demanda y oferta (u oferta luego demanda para estos tiempos).

Pero todo es hermoso hasta que ya no lo es, y aunque todos sabemos esto, solo algunos se ponen a pensar si ya no lo es, con el riesgo de que ya sea muy tarde.

El uso irrestricto de la información personal para beneficio de otros, la conformación de monopolios y la cada vez mayor dependencia de las personas para con estos sistemas, son solo algunos de los enormes costos que estas conveniencias pueden implicar.

Hoy no necesitamos movernos, mañana no necesitaremos el cuerpo (sino me crees mira Neuralink) y pasado probablemente ni el cerebro. ¿Falta mucho para que no se necesiten seres humanos?

Como escuché por ahí hace poco, siempre es buena una dosis de desencantamiento del mundo. La vida es cada vez más fácil, hasta que ya no lo es (o hasta que ya no exista).

Tal vez toda esta conveniencia ya se haya vuelto inconveniente.


Suscríbete y recibe más contenido como este: