Si pensamos en la eficacia como la capacidad de conseguir resultados y la eficiencia como en la capacidad de ejecutar algo al menor costo, las prioridades están claras.

Con lo anterior en mente, el orden lógico de las principales preguntas sería empezar por el por qué (para qué), que determina el qué, para luego concentrarse en el cómo, y ya luego en el cuándo, quién o cuánto.

Un buen por qué te guiará por el mejor camino, aquel con más probabilidades de llevarte por la dirección adecuada. Buena dirección te puede llevar más rápido y seguro a un destino, si necesitas pasar por alguno. Además, el por qué definirá el qué (o varios qué si es necesario virar) y condicionará el cómo y demás, sin importar si estos últimos tengan que cambiar.

El problema de empezar por la eficiencia es que puedes economizar sin conseguir los resultados deseados: puedes obtener por un excelente programa de entrenamiento a precio de oferta, pero que no era para ti; puedes leer un libro en dos horas pero que no te dejó nada; o puedes dormir poco para tener más tiempo para hacer lo que quieras, pero sentirte agotado todo el días y finalmente no ser productivo.

Por qué, qué, cómo, cuándo, quién, cuánto. De eficacia a eficiencia. De lo importante a los detalles. De la estructura a los acabados.

Como dice por ahí, la mejor pregunta es la que sigue. Esta puede ser una buena guía.


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